¿Por qué será que cuando tenemos todo para ser felices decidimos no serlo por querer algo más?
Ufff... esa pregunta ha estado rondando por mi cabeza todo el fin de semana. Por un lado todo fue dulce y por el otro amargo. Y entre el cansancio y esperar algo que jamás llegó no acabe de disfrutar como debía la parte buena de todo este asunto. Tampoco el hecho de sentirme comprometida ayudó mucho porque entré en pánico (como siempre) y casi arruino todo, aunque al final me relaje y la pase bastante bien.
Al final lo amargo creo que fue lo menos. Así que mejor me quedaré con el recuerdito de ese heladito de frambuesa que estaba delicioso, mis collarcitos, esos camaroncitos que picaban como el diablo pero estaban buenísimos, las risas, las pláticas y muchas otras cosas mas.
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