Parece como si me hubieran metido dentro de una licuadora y la hubieran encendido mientras dormía la semana pasada, porque cuando desperte todo estaba de cabeza.
Y era lógico. Tantos altibajos emocionales experimentados en una semana, que de alguna forma tenía que explotar. Y me da coraje que una estupidez (aunque creo que en realidad es más que una estupidez, en fin) al final fuera el detonante y me hiciera llorar. Aunque en realidad me tuve que tragar mis lágrimas. Pero fue uno de esos momentos en los que lo único que quería era hablar con mi papá para que me consolará (si si, estoy muy consentida y mi papá siempre me consuela; y sí le hablé, pero como no quería llorar en la oficina le tuve que colgar ja).
Y ahorita que estoy escribiendo, y que ya me siento un poco mejor, me doy cuenta de que en realidad todas las cosas que me afectaron son tonterías, pero que de repente se te juntan y les das más importancia de la debida.
Y bueno, creo que aunque no me desahogue por completo, al menos ya estoy consciente que hay miles de cosas mucho más importantes por las que preocuparme en este momento. Así que mejor respiro profundo, cuento hasta 10 y me apuro para poder empezar a disfrutar del fin de semana como se debe para que todo, poco a poco, regrese a su curso natural.
Buen fin de semana
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